Nuestro cerebro está preparado para captar al mundo de una manera determinada. Se reconoce que existe un estado de conciencia, una estructura, un estilo de organización, para el funcionamiento mental conjunto de uno en cualquier momento dado.
Todo estado de conciencia es un modo arbitrario de elaborar la información, de tomar algunas y rechazar otras, como resultado de ello surge nuestra manera de vivenciar el mundo. Si bien existen restricciones biológicas para las posibilidades de captación de la realidad, no hay ningún estado de conciencia «normal», biológicamente dado como el estado mental natural óptimo en el que una persona puede hallarse. Nuestro estado ordinario de conciencia es una construcción formada según imperativos biológicos y culturales a los efectos de manejarnos en nuestro ambiente físico, intrapersonal e interpersonal.